domingo, 13 de septiembre de 2009

Recuerdo de un amigo


Mmh... odio hablar de estas cosas, pero releí una nota que escribió mi amigo Juan Pedro en diciembre del año pasado, y se me armó un nudo horrible en la garganta.

Gracias a Dios, y mientras lo escribo todo madera, mi huevo izquierdo y mi teta izquierda (ya que uno nunca lo sabe, pero puede ser HERMAFRODITA), no lloré muchas pérdidas físicas de gente querida en casi 22 años y medio. Las que me tocaron, las lloré en su momento, y me ocupé de conservar lindos recuerdos de la persona en cuestión, siempre (¿cuándo no?) con un dejo de obvia tristeza.

Pablito Giménez Símison era un tipazo. De esos en serio. Buen tipo, persona, amigo... no le quedaba ninguna en el tintero. Fue una de las primeras personas con las que me relacioné cuando entré al Illia, al margen de los que conocía de antes, porque empezamos a jugar al Handball juntos.

Nos veíamos poco, de hecho teníamos grupos bastante distintos de amigos. Pero cuando nos cruzábamos, siempre había un afectuosísimo abrazo, unos "qué es de tu vida", lo habitual. Realmente un tipo al que apreciaba mucho; desde que lo conocí, al margen de que nos veíamos poco, siempre lo consideré un amigo.

El año pasado, a principios... finales de enero, me enteré que no estaba bien de salud. Hablando con una amiga, Luz, por teléfono, me contó que lo habían internado, por un tema de fiebre muy alta; básicamente no sabían bien qué tenía, pero por precaución decidieron internarlo.

Me preocupé bastante. Realmente me moría de ganas de ir a visitarlo, pero se me hacía imposible. Yo estaba laburando en un Centro de Ski en EEUU, y no me podía volver.

En la semana hablé un par de veces más con amigos, para que me tuvieran al tanto.
Exactamente una semana después, un domingo, me levanté y fui a laburar como siempre. Los domingos eran días complicados. Después del mediodía, empecé a tener una sensación rara en el cuerpo... me acordé del cabezón, y me preocupé más aún.

Llegué a mi departamento alrededor de las 5 o 6 de la tarde, no me acuerdo, y me fui derecho a la computadora. Abrí los mails, casi hasta con miedo. Uno de Benja Rodríguez, ex compañero nuestro, y participante activo de la asociación de ex-alumnos del colegio estaba ahí. Pablito, el cabezón, ese tipazo... había fallecido.

Puta madre, escribo esto y tengo exactamente la misma sensación que tenía cuando leí ese mail.

Llorando, me prendí al Nextel y llamé a casa. "Mamá, Papá... se murió Pablito". Ni ellos ni yo lo podían creer.


Me prometí ese mismo día que cuando volviera a Argentina lo iba a ir a ver al cementerio. A llevarle algunas flores, capaz algún habano de esos que le gustaban, y principalmente a contarle que lo extrañamos mucho.

Nunca fui; sólo se en qué cementerio está, pero a decir verdad ni se dónde queda el cementerio, tampoco en qué parte está.

Mañana voy a ir. Buscaré uno por uno los nichos hasta encontrarlo. Le voy a llevar flores; habanos no, porque hacen mal. Y le voy a contar lo mucho que lo extrañamos.

Siempre quise escribir algo referido al cabezón, pero nunca se me había dado.
Hoy leí la nota de Juampi, se me cayeron las lágrimas y me salió sólo.


Te quiero y te extraño, cabezón. Todos lo hacemos.

Salud.

1 comentario:

  1. Gracias por las palabras, nunca está de más el recuerdo de un amigo. Más allá de la tendencia a recordar siempre lo bueno, era realmente un gran tipo, muy gracioso y amigo de todos. No hay día en que no lo extrañe, pero habiendo vivido el día a día tanto como él lo hizo, uno tampoco siente que se fue con cuentas pendientes. Se fue temprano, pero se fue en las de la ley, viviendo la vida como la vida se lo merece.

    El nicho (o la placa con su nombre) está derecho al que sería el fondo de la florería, al lado de un árbol mediano con ramas flacas y pocas hojas. A unos 30 mts. del camino de entrada. Y sí, el habano hace mal. Llevale una Fanta.

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